martes, 26 de enero de 2010

LESTAT EL VAMPIRO I

SISNTESIS LIBRO
“LESTAT EL VAMPIRO I”

SABADO NOCHE EN LA CIUDAD 1984

Soy el vampiro LESTAT. Soy inmortal. Más o menos. Mido 1,80, una estatura bastante impresionante hacia 1780, cuando yo era un joven mortal. Ahora no esta mal. Tengo el cabello rubio y tupido, rizado, largo casi hasta los hombros, que parece blanco bajo una luz fluorescente. Mis ojos son grises pero con facilidad se tornan azules. También tengo una nariz fina y bastante corta y una oca bien formada pero siempre sensual.
Mis condiciones de vampiro se ponen de relieve en la piel extremadamente blanca. Cuando estoy sediento de sangre, mi aspecto produce verdadero horror. El único indicio que indica que no soy humano son las uñas, parecen de cristal, a todos los vampiros le sucede lo mismo.
Ahora soy lo que en Norteamérica llaman una súper estrella del rock.
También soy autor de una autobiografía que se publicó la semana pasada.
Respecto a mi inglés, lo empecé a aprender de boca de los marines que conducían las barcazas por el Mississippi hasta Nueva Orleans, doscientos años atrás. Después aumenté mis conocimientos con las obras de los escritores como Shakespeare a Mark Twain y Rider Haggard, a quienes leí con el transcurso de las décadas.
Desperté en el siglo XX el año pasado.
La información que me estaba llegando a través de las voces amplificadas que habían empezado a llenar el aire con sus cacofonías por la misma época en que me había retirado a dormir.
Me refiero a las voces de los radios y de los aparatos de televisión, oía las radios de los coches que pasaban por las calles del viejo Garden District, cerca de donde yo yacía.
Cuando un vampiro deja de beber sangre y se entierra pronto queda demasiado débil para resucitarse solo y entra en un estado de sopor.
En ese estado, fui absorbiendo las voces lentamente en mis propias imágenes mentales como les sucede a los mortales cuando sueñan. Sin embargo en estos últimos 55 años empecé a recordar lo que estaba oyendo, a seguir los programas de esparcimiento, a escuchar los boletines de noticias, las letras y los ritmos de las canciones populares.
Y empecé a entender los cambios que había experimentado el mundo.
Me di cuenta que ya no estaba soñando, estaba pensando lo que oía.
Estaba sepultado bajo tierra y me sentía sediento de sangre viva.
Comencé con a obsesionarme con la idea de beber sangre humana.
La segunda cosa que me hizo volver a la actividad fue la presencia de un grupo de rock que se llamaban La Noche Libre de Satán.
Capte imágenes de los pensamientos de los músicos y así supe que aspecto tenían, eran unos jóvenes muy esbeltos, encantadores; dos chicos y una chica.
Tuve ganas de levantarme y unirme a ese grupo de rock.
También había algo de vampirismo en el rock.
Quise llevar a aquel grupito de rock a la fama. Estaba dispuesto a volver a la vida.
Me llevó alrededor de una semana hacerlo.
Me alimenté de la sangre fresca de los animalillos que estaban bajo tierra, cuando podía capturarlos. Empecé a excavar con las manos hacia la superficie, recurriendo a las ratas. No me costo mucho cazar un felino hasta llegar a la primera victima, alguien que había matado a sangre fría y no le importó.
Robar algunas ropas y recuperar parte del oro y las joyas que había escondido en el cementerio no me representó ningún problema.
A la tercera noche de haber aparecido ya rugía por Nueva Orleans, en una Harley – Davidson de color negro, buscaba más homicidas de que alimentarme.
Volví a ser el vampiro Lestat.
Al final de la primera semana contraté a una abogada que me ayudó a conseguir un certificado legal de nacimiento, un seguro social y un permiso de conducir.
La gente volvía a ser atrevida y erótica como en los viejos tiempos, antes de las grandes revoluciones de la clase media de fines del siglo XVIII.
Los hombres ya no lucían traje y sombrero gris, camisa y corbata, se vestían de sedas, terciopelos y colores chillones.
¡Ah…! Daba gloria ver a las mujeres, desnudas bajo el calor primaveral, luciendo faldas cortas o vestidos como túnicas o luciendo pantalones como si fueran hombres, camisetas ajustadas a su cuerpo curvilíneo, se maquillaban y usaban aderezos aun si iban para la tienda de la esquina.
Quizás por primera vez en la historia resultaban tan interesantes como los hombres.
Me pregunté donde estarían los demás monstruos del pasado. ¿Cómo existirían otros vampiros en un mundo donde la muerte quedaba registrada en grandes ordenadores eléctricos y los cuerpos eran metidos en criptas refrigeradas?, de pronto se escondían en las sombras como insectos.
Cuando yo alzara la voz junto a mi grupo La Noche Libre de Satán, tardaría muy poco en hacerles salir a la superficie.
Continué mi educación en el mundo moderno, converse en estaciones de buses y gasolineras, y cada vez aprendía más cosas de mis presas: traficantes, proxenetas.
Al fin llegó el momento de visitar a mis vecinos, el grupo de rock.
Llamé al timbre y allí estaban ellos, echados en el suelo, fumando marihuana y quejándose de su mala suerte.
Me sentí abrumado de excitación y de amor con sólo mirar a aquel trío, Alex, Larry y la apetitosa Dama Dura.
En un espeluznante momento les revelé quien era. La palabra “vampiro” no les resultó nada nuevo.
Les dije que quería cantar con ellos y llevarlos a la fama y sus miradas se llenaron de risas y entusiasmo.
Toqué algunos instrumentos y nos pusimos a ensayar.
Me sentí enterrado al ver que los jóvenes hermanos Alex y Larry habían reconocido mi nombre cuando les revelé que era Lestat.
Les pareció genial que no imitara cualquier vampiro, me quejé y se burlaron de mi teatro con el acento francés.
Luego me dieron un libro sin pasta y casi en pedazos llamado Confesiones de un Vampiro.
Trata de un mortal tratando de conseguir que un no muerto le contara su historia.
Me puse a leer el libro en la otra habitación y cuando llevaba más de la mitad del libro lo cerré y me fui de la casa de los músicos.
No volví a presentarme ante el grupo hasta siete noches después.
Leí el libro una y otra vez, por fin en un momento de furia y desdén lo rompí en pedazos.
Me reuní con mi joven abogada, Christine, la muchacha tenía un aspecto encantador.
Ya no basta con mi pequeño grupo de rock, debemos crearnos una fama que lleve mi voz y mi nombre a los rincones más remotos del mundo.
Contrata a los mejores en grabación, videoclips, filmaciones, los videos tienen que llevar las imágenes del libro que quiero escribir.
Volví a ver a los chicos de La Noche Libre de Satán hasta haber cerrado todos los contratos. Adquirimos una enorme limusina para mis queridos jóvenes músicos.
Llené sus copas de champán, ¡Por el vampiro Lestat!, brindamos bajo la luz de la luna. Aquel iba a ser el nuevo nombre del grupo, la Dama Dura me echo al cuello sus bracitos y nos besamos tiernamente.
Me pregunté cuantos de mi especie se habrán fijado en el libro. Porque existe una ley que los vampiros consideran sagrada y es no revelar nuestra identidad a los mortales. Mi amado Louis, el narrador de Confesiones de un Vampiro, se había saltado todas esas reglas.
Sólo le había faltado trazar un plano con la ubicación exacta en Nueva Orleans de donde reposaba yo.
Aquel era uno de los deseos en que el grupo y el libro El vampiro Lestat alcanzaran la fama lo antes posible.
Quería con el grupo despertar a los inmortales que estaban descansando, encontrar a los perdidos y que en el primer concierto en San Francisco vinieran por mí, pero lo que más quería era que los mortales supieran de nuestra existencia.
¿Que sucedería si mi pueblo comprendía realmente que este mundo albergaba al vampiro? ¡Ah, que grande y gloriosa guerra libraríamos!
Los vampiros seriamos conocidos y perseguidos como ningún otro monstruo mítico lo había sido jamás.
Incluso en el momento de la derrota me sentiría más vivo.
Pero no creía que llegaríamos a eso, a que los mortales creyeran en nosotros.
La guerra que iba a desencadenarse era en donde mis compañeros se unirían para combatirme.
Esa sería la única razón para que existiese el conjunto El Vampiro Lestat. Ese era el juego por el que había apostado.
Subí a mi cuarto en el antiguo barrio francés y puse en el televisor Muerte en Venecia, en una escena un actor dice que el mal es una necesidad.
No lo creí, pero deseé que fuera real así sería Lestat el monstruo.
Puse un nuevo disquete en el portátil y empecé a escribir la historia de mi vida…

EDUCACION JUVENILY LAS AVENTURAS DEL VAMPIRO LESTAT
PRIMERA PARTE
LA APARCION DE LELIO

Cuando cumplí 21 años salí a caballo para matar a una manada de lobos.
Eran 8 grandes lobos que acabaron con mi yegua y por poco también conmigo.
Recordando tiempos atrás, cuando tenía 17 años llegó al pueblo un grupo de actores y entre ellos había una mujer muy linda, me dejé llevar por los impulsos y me fui de la casa para estar con ellos y vivir en ese maravilloso mundo en que viven ellos, me dieron el papel en la obra de Lelio, actué de maravilla y el público me recibió muy bien, planeamos casarnos en París y formar parte de los grandes teatros de allá, pero al despertar ya no vi a mis compañeros de fuga sino a mis hermanos enfurecidos, que terminaron llevándome al castillo de mi padre nuevamente.
Me encerraron en mi habitación, y mi madre entró a verme, me mandaron a un monasterio, todos pensaron que no me iba a amañar y que los iba a llamar para que me llevaran de vuelta al castillo, pero no fue así, me impresionó ver una biblioteca con tantos libros y tanta sabiduría en los monjes que decidí hacerme uno de ellos, mi familia al enterarse de la buena nueva me sacaron de allí.
Al tiempo de haber matado a los lobos recibí al hijo de una de las personas que tenía más plata en esa época en el pueblo y me regaló una capa echa de las pieles de los lobos que había asesinado y unas botas también con la piel de estos.
Nicolás, el muchacho me dijo que quería compartir conmigo una plática para que yo le dijera como había matado sólo a 8 lobos, en ese momento no me decidí a decirle cuando.
Al cabo de unos días mi madre entró en mi alcoba y empezó a hablarme, se veía hermosa con su cabellera suelta, me dijo muchas cosas que sentía y fue allí donde me rebeló su más intimo secreto me dijo que iba a morir y que me quería ver feliz, me dijo que fuera a hablar con Nicolás que él iba a ser muy buen amigo mío.
En ese instante cuando ella salió de mi alcoba comencé a llorar como un niño, no salí en varios días, hasta que sentí la necesidad de hablar con alguien y me decidí a ir a buscar a Nicolás a su casa, el al verme salió en seguida, nos fuimos a la posada y nos pusimos a beber vino y a hablar de mi historia con los lobos y de su fiasco en la universidad por el capricho de tocar violín.
Me pareció un joven bello, y su forma de hablar era demasiado refinada.
A los días decidimos irnos a cumplir nuestros sueños en París, él tocar el violín y yo convertirme en actor.
Al comentarle a mi madre de esto me dio algo de joyas de las que ella había heredado de su familia y partimos al otro día.

SEGUNDA PARTE
EL LEGADO DE MAGNUS

Nos hospedamos en un lugar pequeño, y cerca del cementerio iba y le mandaba a escribir una carta a mi madre en Italiano para que nadie más supiera donde estábamos ni lo que hacíamos.
Comenzamos a tener faltas de dinero por yo llevar a Nicolás a todas las obras y óperas de esos días.
Conseguimos unos trabajos en un pequeño teatro, él tocando el violín y yo de utilero, pero yo le insistía al Renaud, el dueño, una oportunidad de actuar, así fuera algo pequeño.
En agosto se presentó esa gran oportunidad, salí interpretando un papel y el público me admiró como la vez en que me había fugado.
Quedé con ese trabajo fijo por ayuda de una de las actrices de allí.
Al tiempo de estar actuando me di cuenta que había una presencia muy extraña en ese lugar, había un hombre que no me dejaba de mirar y me intimidaba, sentí que él sabía que yo había matado a los lobos.
A los días esa presencia me dijo sin mover sus labios “Matalobos”. Y quedé perplejo en ese instante.
Cuando estábamos en nuestra alcoba le comenté a Nicolás pero él no me creyó me dio un beso y me dijo vamos a dormir.
A media noche sentí de nuevo la presencia a mi lado diciéndome “Matalobos”, desperté y lo vi allí al lado mío, intenté gritar pero no pude, esta presencia me sacó de la cama y me arrastro con él.
De mi boca salieron unos gritos de auxilio para Nicolás, pero él no me escuchó.
Me arrastro por todos los techos de las demás casas, parecía como si estuviéramos volando.
Llegamos a un lugar algo lejos de París, a una torre, y allí empezó a decirme “Matalobos” y sentí como se acercó tanto a mí y me mordió el cuello sacándome la sangre y sentí algo extraño que no quería dejar de experimentar, y me soltó, no me podía mantener en pie, y me embargó una sed incontenible, fue allí donde se hizo una pequeña cortada en el cuelo y vi como brotaba de su herida la sangre y me dijo que bebiera y me pegué a ese elíxir mágico, me sentí totalmente vivo.
Cuando lo solté fue él el que quedó débil y yo vi como se me pronunciaban los colmillos, me dijo que se llamaba Magnus, que era un vampiro y que me había escogido a mí para ser su sucesor, su heredero, y que me había traspasado el Don Oscuro, me explicó cómo debía matar, me enseñó un cuarto donde había una cantidad de leña y les prendió fuego al decirme donde debía dormir y las riquezas que ahora poseía y el que cuando la hoguera se apagara debía esparcir las cenizas sino lo volvería a ver de una forma maquiavélica y me mataría, al terminar se lanzó a la pira ardiente, sentí un dolor profundo al verle quemándose que deseé sacarle de allí, sentí que amaba a ese ser.
Esperé hasta que esta se apagara e hice lo que Magnus mi creador me dijo.
Me adentré en el cuarto en el que debía dormir y me di cuenta que me había dejado unas ropas muy finas en una silla y me las puse quitándome esos harapos llenos de sangre, y fijé en el baúl, lo abrí y me di cuenta que habían de toda clase de joyas, rubíes, esmeraldas, espadas hechas en oro.
Me acosté en mi cripta a descansar y me despertó la sed de sangre me levanté cogí unas joyas del baúl una espada con empuñadura de plata y me fui a un pueblo cerca de París, aun no estaba preparado para ir allí de casería de presas, de victimas, de mi alimento.
Encontré allí mi primera víctima y sin que se diera cuenta le agarré y me bebí su sangre de la misma manera que Magnus había hecho conmigo.
Volví a mi torre y a descansar, pasaron unos meses y no pude seguir así, tenía que saber de Nicolás, del teatro.
A la noche siguiente busqué a un abogado y le encomendé que me trajera información de Nicolás, le dije también que le mandara una carta a mi madre diciéndole que estaba bien, compramos unas ropas y cosas para decorar mi torre, compramos juguetes para mis sobrinos y sobrinas, le mandé a Nicolás las mejores ropas y el mejor violín que pudiese existir.
Le ordené que comprara el teatro de Renaud y que pagara todas sus deudas.
Pero los días pasaban y yo todavía sentía el deseo, las ganas de ver a Nicolás.
Hasta que una noche me acerqué a su nueva casa, y me di cuenta que él estaba utilizando todo lo que yo le había mandado, se veía tan hermoso, y él se percató de mi presencia, sentía que me odiaba por no saber nada de mí, si estaba bien o no.
La noche siguiente no aguanté las ganas de verles a todos y me fui hasta el teatro, entre por los camerinos y ellos al verme me abrazaron, y se portaron demasiado agradecidos conmigo porque gracias a mi no iban a cerrar el teatro.
Estando allí no aguanté las ganas de ver el escenario, y el público me reconoció y me hizo salir, sentí las ganas de mostrar mis nuevos poderes y empecé a hacer acrobacias, fueron tan grandes que asusté a todos que terminaron por irse del teatro.
No volví más al teatro después de haber visto esa escena de terror que tuvo el público conmigo.

TERCERA PARTE
VIÁTICOS PARA LA MARQUESA
Seguí casando en París a mis victimas, una noche me dijo el abogado que mi madre estaba muy enferma y le ordené que le mandara una carta diciéndole que se fuera a Italia con Nicolás a un tratamiento.
A los días me dijo el abogado que mi madre estaba en París que él la había hospedado bien, y que le urgía verme, pero faltaba una hora para que amaneciera así que le dije que se fuera y estuviera pendiente de ella y que le dijera que la noche siguiente iba a estar con ella.
A la noche siguiente fui al encuentro con mi madre, noté que allí estaba Nicolás, el abogado y los médicos, que trataron decirme algo pero no los dejé y ella estaba allí sentada frente a la ventana esperando a que yo llegara a su encuentro.
Me encerré en el cuarto con ella y empezamos a hablar, le dije en lo que me había convertido, y ella se sintió un poco frustrada y tuve la osadía de preguntarle si quería el Don Oscuro, yo sentía que convirtiéndola se le iban a curar sus enfermedades, y ella aceptó, la mordí en el cuello y empecé a beber su sangre y luego me detuve, me hice una pequeña herida en la mano y le dije que bebiera, ella lo hizo y empezó a sentirse mejor.
Le tocó sostenerme porque me debilité mucho, vi como sus pechos caídos se levantaron y se le agrandaron, su cabello era un rubio sin ninguna cana, sus colmillos se empezaron a pronunciar y su enfermedad se acortó, salimos de esa habitación como si fuéramos dos ladrones.
Ella parecía una niña con tanto poder que creía que todo eso iba a ser sólo por esa noche.
La llevé a la torre y le mostré todo y cuanto me había dejado Magnus.
La noche siguiente ella se levantó y yo estaba escogiéndole las mejores joyas, se asomó por detrás de mí y me dio un beso.
Éramos dos amantes jóvenes y París era nuestro.

CUARTA PARTE
LOS HIJOS DE LAS TINIEBLAS

A los días ella también se percató de las presencias que no hacían sino observarnos hasta que una noche me cansé y galopando nuestras yeguas empuñando nuestras espadas fuimos al cementerio pero eran muchos y nos hicieron sus prisioneros, nos llevaron al fondo del cementerio y allí llegó su líder Armand con la reina de los vampiros, una señora de edad muy sabia que me preguntó si era verdad que Magnus se había lanzado a la pira, y al ver que si era verdad le dio rabia, pero Armand se sentí intimidado con mi presencia porque sabía que yo era más fuerte que él.
Empecé a dialogar con él diciéndole que no me parecía muy bueno lo que le hacía a sus seguidores, ese maltrato y esa humillación.
A los minutos liberé a Nicolás de la jaula en la que lo tenían prisionero y se asombraron todos de mi agilidad.
A los minutos de discutir con ellos mis argumentos, nos fuimos sin que nos dijeran o hicieran algo.
Conducimos a Nicolás a la torre y le convertí también para sanar sus heridas, pero quedó en un estado donde no hacía nada y se manejaba era con el pensamiento, no hablaba.
Los seguidores de Armand me buscaron y me explicaron que él se había enloquecido después de que la reina de los vampiros se lanzara a la pira así como lo había hecho Magnus, este empezó a arrojarlos uno por uno a la pira eliminando a seis de los doce de sus seguidores, ellos se salieron y se refugiaron y al despertaron vieron que Armand había acabado con dos más, así que sólo quedaban ellos cuatro y les dejé quedar en las instancias del teatro les dije que se disfrazaran y que trataran de conseguir dinero para su supervivencia.
A los días lo llevamos al teatro y en mi antigua camerino encontré su violín y sabía que con eso se avivaría, él lo empezó a tocar y cuando terminó de tocar esas notas de terror y odio que sentía de repulsión por sí mismo, empezó a hablar y a insultarme y me dijo que le diera el teatro a su nombre que él lo iba a sacar adelante, que iba a traer a los demás actores del teatro.
A la noche siguiente me enteré que había visitado al abogado y le había exigido la escritura del teatro y que le enviara una carta a los antiguos actores del teatro.
Le dejé el teatro a Eleni, una de los vampiros que escapó de Armand, con la condición de que el abogado llevara las finanzas de este.
Eleni me dijo que Armand los vigilaba y que sólo Dios sabía que iba a pasar cuando él se diera cuenta que era lo que en realidad hacían allí.

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